Dijo un sabio: Quién envidia, sus días son pocos.

Es decir, por más que una persona envidiosa puede llegar técnicamente a vivir muchos años, aun así, sus días habrán de ser considerados como pocos.

¿Y por qué esto es así?

Porque la envidia carcome a la persona constantemente por dentro, no permitiéndole disfrutar a pleno de casi ningún momento de su vida.

Y como la vida es la suma del total de los días que la persona está en éste mundo, la persona que envidia no tiene realmente demasiados días.

Es por ello, que lo mejor que puede hacer la persona en su vida es dedicarse a revelar todos sus potenciales (en lugar de dedicarse a envidiar los potenciales de los demás); tomando plenamente consciencia que todo lo que Dios le da a la persona es aquello que la persona verdaderamente necesita para su felicidad y para su vida, ¡no existiendo causa justificada alguna para envidiar aquello que -por algún motivo- Dios no le da!

La envidia sólo puede existir en personas carentes de entendimiento.

¿Y qué es lo que la persona debe de comprender entonces, para así poder abstenerse de envidiar?

Debe de comprender, que al ser ella incapaz de ver la realidad de una manera total y completa, no tiene ningún sentido el desgastar sus energías en envidiar.

¿Y por qué necesariamente ello es así?

Por varios motivos.

En primer lugar, porque digamos que una persona envidia a otra persona porque ella tiene mucho éxito a nivel económico y material. ¿Acaso la persona que envidia sabe realmente cómo le va a la otra persona en otros ámbitos de su vida, que quizás definitivamente no tenga sentido el envidiar? Si es realmente feliz junto a su esposa, si realmente tiene alegría y satisfacción de sus hijos, etc. etc.

En segundo lugar, digamos que a la otra persona le va bien en todo y también le va bien en lo material.

¿Acaso podemos saber que lo que es bueno para el otro habrá de ser bueno para uno?

Digamos, por ejemplo, que uno envidia un objeto que la persona que tiene éxito a nivel material fue capaz de adquirir.

Por ejemplo, si alguien envidia a una persona que tiene un automóvil sumamente lujoso que puede viajar a gran velocidad (como a uno también le gustaría tener para poder manejar), ¿acaso es seguro que habrá de ser bueno para nosotros el poder tener un automóvil así? ¿Y si eso fuese malo y riesgoso para nosotros y -Dios no lo permita-, nos llegásemos a accidentar? O, por ejemplo, si alguien envidia al otro porque tiene una casa mucho más grande y bien decorada que la nuestra, ¿acaso es seguro que eso es lo mejor para nosotros?

Y si el tenerla nos condujese a vivir preocupados por tener que mantener una casa de esas proporciones -además de tener que invertir mucho más tiempo en tener que cuidarla y arreglarla, perdiéndonos de disfrutar de otras cosas que nos causarían mucha mayor felicidad, ¿acaso envidiaríamos realmente el poder tener una casa así?

En tercer lugar, si uno envidia a otra persona por lo que la otra persona es, linda, popular, etc. ¿Acaso uno puede saber cómo la “historia” finalmente habrá de terminar?

Si a esa persona le llegase a pasar -Dios no lo permita-, por ejemplo, un accidente o una tragedia personal, ¿acaso nos hubiera gustado estar en su lugar y acaso la hubiéramos envidiado?

Por último, debido a que nosotros no sabemos qué sucederá con dicha persona cuando llegue al Mundo Venidero a los ciento veinte años y sea juzgada, de seguro que no podremos estar seguros (valga la redundancia), si realmente vale la pena gastar nuestras energías en dedicarnos a envidiar a una persona así.

Y si comprendemos e internalizamos todos estos conceptos, de seguro que, en lugar de malgastar nuestras energías en envidiar a nuestros semejantes, nos vamos a enfocar mucho más en estar contentos y agradecidos por todo aquello que Hashem nos da, dedicándonos más estrictamente a revelar nuestros verdaderos potenciales y hacer aquello que verdaderamente es bueno para nosotros, dejando en este mundo nuestra huella única y singular.


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