La cuaresma es ese tiempo especial en el que todos, practicantes o no, pueden acercarse al Señor, arrepentirse y volver a creer en el Evangelio. Qué lástima que cada vez menos personas lo aprovechen.
Cuaresma es uno de mis tiempos litúrgicos favoritos, aunque he de confesar que hasta hace algunos años no tenía idea del enorme significado que este tenía, pero vamos, hasta hace algunos años yo no tenía idea ni de qué era un tiempo litúrgico.
Solía ser una católica “normal”, iba a misa (de vez en cuando, al menos), me confesaba unas cuatro veces al año, a veces hacía oración, y nunca me interesó el dar servicio porque no tenía tiempo para eso, entre escuela, trabajos, familia, amigos… Dios siempre ocupó una parte muy pequeñita de mi tiempo, y yo estaba bien con eso.
Ahora, no voy a contarles toda mi historia de amor con Dios, porque entre tropiezos y errores acabaría por escribir un libro, además de que mi historia con Él se sigue escribiendo cada día. Pero, a lo que quiero llegar es a que lo que me encanta de cuaresma es que este es precisamente un tiempo de conversión, un tiempo en el que, no importa lo que hayamos hecho, podemos reconciliarnos con Dios.
Por desgracia, muchas personas dejan pasar este tiempo como si nada y no buscan acercarse más al Señor, es muy triste ver que hay personas que creen que solo por el hecho de ir a tomar ceniza ya “cumplieron” con su deber de católicos. Hace unos días, conversando con un conocido me hizo el comentario, como si fuese un gran orgullo, de que él había conseguido tomar ceniza sin necesidad de escuchar la celebración. En aquél momento me di cuenta de que, como él, debía haber muchos más que lo veían como si fuera solo otro tedioso deber que cumplir, y que si se podía acortar qué mejor.
Probablemente tú también hayas ido a tomar ceniza, e independientemente de si escuchaste la celebración o no, es importante que sepas que el tomar ceniza no es solo un deber o una tradición, tomar ceniza es ir ante Jesús y reconocer que somos pecadores (la ceniza, en el Antiguo Testamento, es utilizado como signo de pecado), pero que sabemos que tenemos un salvador (por ello la señal de la cruz) y que nos comprometemos a cambiar nuestra manera de vivir para acercarnos más a Él.
Este compromiso se lleva a cabo justo en los cuarenta días posteriores al Miércoles de Ceniza, que es ese tiempo de ayuno, oración y sacrificio que nos ayudará a cambiar nuestra vida. Vamos a hacer una pausa aquí ¿ayuno, oración y sacrificio? No, esto es el siglo XXI y ya nadie hace esas cosas ¿cierto? Tal parece que en el mundo actual, rodeados de más tecnología, distracciones, entretenimiento y comida deliciosa que nunca antes el ayuno y la oración son cosas que sencillamente no encajan.
Volviendo al hecho de que yo solía ser una católica “del montón”, al igual que la mayoría pensaba que en cuaresma lo único importante era no comer carne los viernes, pero esa idea junto con muchas más cambiaron cuando descubrí el porqué de las prácticas de ayuno y oración.
El ayuno está señalado para llevarse a cabo todos los viernes de cuaresma, y se hace para fortalecer nuestra voluntad, recordemos que en tiempo de cuaresma el objetivo es dejar nuestra vida de pecado y cambiarla por una vida con Jesús, pero a veces la falta de fuerza de voluntad nos dificulta el alejarnos del pecado, sobre todo de aquellos que son nuestra mayor debilidad. Así pues, el ayuno ayuda a fortalecer esa voluntad para que nos sea mucho más fácil decir no al pecado.
Claro que ayunar por ayunar no tiene ningún sentido, no vamos a conseguir nada excepto quizá una gastritis severa, pero nuestra voluntad seguirá tan débil como antes. Para hacer un ayuno que valga la pena lo recomendable es iniciarlo con una oración en la que se ofrece el ayuno por alguna intención, esta oración puedes acompañarla con algún salmo o lectura bíblica que hayas preparado previamente. También recuerda que hacer ayuno es privarse del alimento físico para llenarse del alimento espiritual, que es la Palabra de Dios y, por supuesto, la Eucaristía, así que si puedes asistir a misa durante tu ayuno, hazlo.
Si por tu edad o por alguna enfermedad o condición médica no puedes ayunar, también está la opción de ayunos de ciertas comidas (puedes comer solo vegetales y nada de aceites o productos de origen animal, por ejemplo); o bien, ayunos “tecnológicos”, pues como ya mencioné, actualmente estamos rodeados de mucha tecnología, así que puedes privarte de utilizar tu teléfono por un día.
Ojo con que no vale hacer trampa y hacer los ayunos “fáciles” si sí podemos hacer el ayuno de alimento tradicional.
También encontramos los sacrificios de cuaresma, que consisten en ofrecer ciertas cosas que nos gustan o que nos cuestan trabajo para unirnos más al Señor, algunos ejemplos de esto son el bañarse con agua fría o a temperatura ambiente, ser amable con alguien que no te agrada, no escuchar música mundana, hacer una tarea extra en casa, etc. Respecto a esto, podemos ser ingeniosos, ya que cada quién tiene claro qué es aquello que se le dificulta pero que, por amor, va a ofrecer a Dios.
Por otro lado, la oración hace que establezcamos esa relación con Dios que tal vez desde hace mucho no tenemos, al hacer oración buscamos estar en comunión con Él y además nos permite llegar a conocerle más, y por lo tanto amarle más. Es probable que hacer oración parezca poco atractivo cuando comiences a hacerlo, pero (y lo digo por experiencia) con el tiempo se llega a descubrir lo maravillosa que es esta experiencia cuando se hace con el corazón.
Recordemos que la cuaresma antecede a la Semana Santa, que es otro momento hermoso en el que conmemoramos que Jesús vino y murió por nosotros, que Dios nos amó tanto aún a pesar de nuestros pecados, que se sacrificó para que pudiésemos salvarnos. Así que ¿qué mejor momento para convertirnos y acercarnos a la Iglesia y a Dios que en esta cuaresma?
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